Yoga versus Alcohol



















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Prosas Apatridas (Julio Ramón Ribeyro) - 1975, 1986



NOTA DEL AUTOR
El título de este libro merece una explicación.
No se trata, como algunos lo han entendido,
de las prosas de un apátrida o de alguien que,
sin serlo, se considera como tal.
Se trata, en primer término, de textos
que no han encontrado sitio en mis libros ya publicados
y que erraban entre mis papeles, sin destino ni función precisos.
En segundo término, se trata de textos
que no se ajustan cabalmente a ningún género,
pues no son poemas en prosa, ni páginas de un diario íntimo,
ni apuntes destinados a un posterior desarrollo,
al menos no los escribí con esa intención.
Es por ambos motivos que los considero «apátridas»,
pues carecen de un territorio literario propio.
Al reunirlos en este volumen he querido salvarlos
del aislamiento, dotarlos de un espacio común
y permitirles existir gracias a la contigüidad y al número.
... Paris, 1982

31
No hay que exigir en las personas más de una cualidad.
Si les encontramos una, debemos ya sentirnos agradecidos
y juzgarlas solamente por ella y no por las que les faltan.
Es vano exigir que una persona sea simpática y también generosa
o que sea inteligente y también alegre
o que sea culta y también aseada
o que sea hermosa y también leal.
Tomemos de ella lo que pueda darnos.
Que su cualidad sea el pasaje privilegiado
a través del cual nos comunicamos y nos enriquecemos.

36
Dentro de algunos años alcanzaré la edad de mi padre y,
unos años después, superaré su edad, es decir,
seré mayor que él y, más tarde aún,
podré considerarlo como si fuese mi hijo.
Por lo general, todo hijo termina por alcanzar la edad de su padre
o por rebasarla y entonces se convierte en el padre de su padre.
Sólo así entonces podrá juzgarlo
con la indulgencia que da el "ser mayor", comprenderlo mejor
y perdonarle todos sus defectos.
Sólo así, además, se alcanza la verdadera mayoría de edad,
la que extirpa toda opresión, así sea imaginaria,
la que concede la total libertad.

39
Cada amigo es dueño de una gaveta escondida de nuestro ser,
de la cual sólo él tiene la llave e, ido el amigo,
la gaveta queda para siempre cerrada.
Alejarse de los amigos es así clausurar parte de nuestro ser.
Yo habría sido diferente
si hubiera continuado frecuentando a ciertos amigos de mi juventud.
Pero las circunstancias nos separaron y continuamos viajando
cada cual por su lado y por ello mismo mutilados.
De ahí que a cierta edad sea difícil hacer nuevos amigos.
Todas las facetas que ofrecía nuestra personalidad han sido ya copadas,
ocupadas, selladas por las viejas alianzas.
No hay superficie libre donde la nueva amistad pueda asirse.
Salvo que el nuevo amigo se parezca extremadamente al anterior
y se valga de esta semejanza para penetrar por efracción
al recinto secreto de la primera amistad.
Pero por más afecto que nazca siempre será el imitador, el falsario,
el que no accederá jamás a la cámara más preciada.
Cámara irrisoria, seguramente,
que no guarda a lo mejor más que un montículo de pedregullo,
pero que los ojos del amigo, del primero,
convertían en lo que él quería ver: lo irreemplazable.

54
Las relaciones que uno tiene con su mujer, por hermosa que sea,
llegan con el tiempo a hacerse tan rutinarias
como las que uno mantiene con su ciudad.
Rutinarias en el sentido de que la atención se afloja
y uno termina por no percibir del objeto cercano
más que ciertos puntos de referencia.
Así como al cabo de habitar varios años en una ciudad
no vemos ya las plazas, las avenidas, los monumentos,
sino cuando el azar o la obligación nos lo proponen
(Ah, pero aquí había árboles, oh, fíjate qué hermoso portal, etc.),
del mismo modo a veces descubrimos que nuestra mujer tiene senos
o bonitos ojos o apetecibles caderas.
Pero son momentos esporádicos y se diría anormales,
puesto que exigen en nosotros un nuevo enfoque
o una nueva regulación en el diafragma de nuestra conciencia,
lo que implica un esfuerzo,
y por esa misma razón encuentra en nosotros resistencia.
Es por este motivo que la vida conyugal,
cuando no hay hijos ni intereses comunes ni afinidades intelectuales
ni sobre todo compatibilidades temperamentales o sexuales,
llega a convertirse en una ficción, en un compañerismo a ciegas,
tan fantasmal como el itinerario mil veces seguido por una ciudad
en la cual sólo nos conducen nuestros reflejos.
La mujer lo comprende y a veces trata de hacerse visible
con un nuevo peinado, un detalle vestimentario
o una invitación a seguirle por el barrio no visitado, réprobo, de su cuerpo.
El hombre también lo comprende y exige a veces un cambio de apariencia
(caso patológico del travestí).
Pero los disfraces también cansan y no son otra cosa que disfraces.

63
Observación trivial que me ha dejado estupefacto,
tanto, que imagino que debe haber en ella una falacia imperdonable.
Partí del principio de que tengo dos padres,
cuatro abuelos, ocho bisabuelos, dieciséis tatarabuelos.
¿Por qué no seguir adelante?
Cogiendo lápiz y papel hice la progresión.
En el año 1780 tenía 64 ancestros (calculando 30 años por generación),
en el año 1480 tenía 65.536,
en el año 1240 tenía 16.713.216,
en el año 1060 tenía 1.069.645.824.
Y no seguí porque ya entraba en el absurdo,
en la más grande falsedad histórica:
simplemente porque en el año 1060
la población del mundo no llegaba a dos mil millones de habitantes.
¿Qué explicación puede tener esto?
El incesto y la poligamia pueden reducir en parte estas cifras,
pero no al extremo de anular su inaceptable cuantía.
Misterio. Paradoja:
cada habitante del globo desciende
de todos los anteriores habitantes del globo (cono invertido),
pero de un anterior habitante del globo
y su pareja descienden todos los habitantes actuales (cono normal).

79
El alcohol produce en nuestros sentidos una vibración
que nos permite distorsionar nuestra percepción de la realidad
y emprender de ella una nueva lectura.
Aquello que debía ser recibido como una totalidad
llega a nosotros descompuesto
y podemos así tomar nota de sus elementos
y establecer entre ellos un nuevo orden de prioridades.
Al beber cambiamos sencillamente de lente
y recibimos del mundo una imagen que tiene en todo caso
la ventaja de ser distinta de la natural.
En este sentido la embriaguez es un método de conocimiento.
La embriaguez moderada, es decir,
aquella que nos aleja de nosotros mismos sin abandonarnos,
no la borrachera, en la cual nuestra conciencia
le dice adiós a nuestro comportamiento.

87
Cuando me quedo solo en casa como ahora,
bastan dos o tres días para que a mi alrededor
se instaure ese desorden que siempre me acompañó
en mis tiempos de soltero.
Un desorden que viene además con toda naturalidad,
como si emanara de mí, y que constituye en realidad mi verdadero orden.
En el dormitorio la cama destendida,
camisas colgando de todas las sillas,
libros tirados por el suelo,
tres vasos en la mesa de noche con agua de días,
pastillas contra el dolor de cabeza,
ceniceros repletos de colillas,
calcetines tirados debajo de la cama,
chicles encima del escritorio,
más pastillas,
boletos de metro,
misteriosas llaves salidas no se sabe de dónde,
paquetes de cigarrillos a medio terminar,
jebecitos,
lapiceros sin carga,
pilas de libros,
un vaso con restos de un gin de ayer,
una taza de té con una colilla aplastada,
monedas de varios países...
Decorado que escruto con simpatía
y una pizca de inquietud, sin atreverme a modificarlo,
dejándolo librado a su propia descomposición.

92
Uno de mis defectos principales es la dispersión,
la imposibilidad de concentrar duraderamente mi interés,
mi inteligencia y mis energías en algo determinado.
Las fronteras entre el objeto de mi actividad del momento
y lo que me rodea son demasiado elásticas
y por ellas se filtran llamados, tentaciones,
que me desplazan de una tarea a otra.
Durante varios días estuve leyendo diarios íntimos femeninos,
creyendo que por este camino iba a llegar a algún lugar,
pero de pronto me desvié hacia los memorialistas franceses del siglo XVIII
y esto también lo dejé para precipitarme sobre los OVNIS,
tema que creía haber agotado hace semanas,
pero que al azar de una lectura de periódico regresa a mí
y me sumerge en lecturas agobiantes,
que seguramente abandonaré en cualquier momento
por la historia antigua, la alquimia o la antropología.
Víctima soy, me doy cuenta, de la facilidad que existe ahora para informarse:
libros de bolsillo, revistas de divulgación, manuales al alcance de todos,
nos dan la impresión falaz de ser los hombres de un nuevo Renacimiento,
Erasmos enanos, capaces de enterarse de todo en obras de pacotilla,
compradas a precio de supermercado.
Error que es necesario enmendar, pues hace tiempo sé,
pero siempre lo olvido, que la información no tiene ningún sentido
si no está gobernada por la formación.

145
El amor, para existir,
no requiere necesariamente del consentimiento,
ni siquiera del conocimiento del ser amado.
Podemos querer a una persona que nos desprecia o incluso que nos ignora.
La amistad, en cambio, exige la reciprocidad,
no se puede ser amigo de quien no es nuestro amigo.
Amistad, sentimiento solidario,
amor solitario.
Superioridad de la amistad.

154
Se tiende a pensar que el dinero no nos puede dar la felicidad,
lo cual es cierto y es falso.
Cierto, en la medida en que la felicidad absoluta no existe
y nada en consecuencia, ni el dinero, podrá proporcionárnosla.
Falso, pues el dinero nos soluciona todos esos innumerables problemas
y contratiempos cotidianos y materiales que embargan a la humanidad
- lo cual ya es bastante-, nos permite realizar ciertos sueños,
satisfacer ciertos caprichos
y reducir realmente al mínimo lo que es realmente irrealizable.
Si no nos hace totalmente felices,
nos da al menos la posibilidad de pretenderlo
y en gran parte lo consigue.
Es por eso un error -y los ricos deben saberlo y fomentarlo- desdeñar el dinero.
Paul Getty, que fue en un tiempo el hombre más rico del mundo,
decía que habían tres cosas que el dinero no podía conseguir:
la salud, la cultura, el amor.
Respuesta curiosa y que, examinada bien, resulta justa.
La salud, puesto que, si uno está gravemente enfermo,
no hay hospital, médico, tratamiento ni droga que lo cure;
la cultura, pues ésta no se compra,
sino que se adquiere a través del esfuerzo personal,
y el propio Getty lo sabía, pues,
a pesar de estar rodeado de cuadros y objetos de arte preciosos,
no era un hombre culto;
el amor, lo cual necesita comentario,
pues el dinero puede adjudicarnos de por vida el cuerpo de una o cien mujeres,
pero no su afecto ni su pasión.
Pero, a pesar de ello, el dinero suaviza, disimula o compensa estas faltas:
si no nos devuelve la salud,
nos permite hacer menos dolorosa nuestra enfermedad;
si no nos da la cultura,
nos permite rodearnos de todos los signos exteriores de la cultura;
si no nos da el amor,
nos proporciona el placer de los sentidos y la simulación del afecto amoroso.

159
Debo reprimir en mí una tendencia
cada vez más acentuada hacia la caridad
que me conduce a una santidad secreta y sin esplendor.
Santidad sospechosa, además, pues, como dice Melville,
no hago sino "reservarle golosinas a mi conciencia".
Ahora, por ejemplo, dedicarle a la portera cinco minutos de conversación,
cuando en casa me aguardaba trabajo y preocupaciones.
Simplemente porque me dio pena verla sola en su loge y
pensé que lo único que esperaba, lo que podía iluminar su día declinante,
minado por tantos trajines, era las palabras de un inquilino.
Y las palabras que ella aguardaba: el mal tiempo,
la carestía de todo, etc. Tomó la conversación con entusiasmo,
sus ojitos brillaron, se desarrugó, algo extinguido en ella
empezó a flamear y no dudo de que al acostarse
encontrará esta noche menos sucios los muros de su cuarto
y menos fría su cama de horrible vieja viuda.

166
El curita profesor de colegio andino
que encontré en la Feria de Huanta.
No sé cómo terminamos almorzando
y tomando cerveza juntos en una tienda campestre.
"Julio Ramón Ribeyro", decía mirándome arrobado,
"¡quién lo iba a pensar!".
Estas y otras frases del mismo género
"Me parece mentira, ¡Julio Ramón Ribeyro!"
puntuaron nuestro encuentro.
Cuando nos despedíamos, al estrecharme la mano calurosamente, añadió:
"¡Ydecir que he almorzado con el autor de La ciudad y los perros!"
Quedé lelo. Todo había sido el producto de un equívoco.
No lo desengañé, ¿para qué?
Que me atribuyera además la célebre novela de Vargas Llosa
me pareció lisonjero.
Que más tarde descubriera su error
y me tomara por un impostor poco me importa.

168
Entre ellas se llaman las pavitas, son lindas,
tienen dieciocho años, viven en el mismo barrio,
encarnan toda la alegría y la juventud del mundo.
La pava central, la más entusiasta y bonita, es Roxana,
morena, sólida de piernas y caderas, largo pelo lacio y chivillo, ojos vivísimos.
La siguen Mariella, esbelta, lánguida y castaña;
Fiorella, la única rubia, de almendrados ojos verdes;
y Carmen, pequeña pero loquísima,
que se ufana de no tener un nombre italiano
en una época en que estos nombres están de moda.
Todas hablan inglés, adoran la música pop, usan blue-jeans,
se saben guapas, hacen sufrir a sus enamorados,
miran la vida como una apetecible manzana
que sólo espera ser devorada de un mordiscón.
Se reúnen en casa de Roxana hablando como cotorras,
deliciosamente cursis o profundas,
hablando de la inmortalidad del alma
o de la mejor marca de pañitos higiénicos o se quedan silenciosas,
tendidas en la alfombra, escuchando un disco de Santana,
pasándose a veces de labio en labio un pitillo de marihuana.
Ninguna de ellas trabaja, o lo hace por temporadas.
Un papá sacrificado, cincuentón, al que se le cae la baba por ellas
se rompe el alma de la mañana a la noche para que nada les falte,
ni el chalet en Miraflores,
ni el auto que las lleve de compras o a las playas,
ni siquiera el pretendiente que las llevará al altar sin que pierdan su standing,
papás jamás comprendidos,
pobres papás solitarios, que nada reciben de ellas,
apenas un beso o una caricia efímera
y que están condenados a reventar de un infarto
o morir de un cáncer el día menos pensado,
sin quejarse además,
sólo para que puedan existir las pavitas.

170
Un espejo roto, un cura, dos palomas muertas.
Cosas que he visto en la calle cuando iba a la oficina.
Cosas que para mí son símbolos,
con mi terca costumbre de añadirle a las cosas una significación
o inversamente extraer de ellas un mensaje.
Las palomas, en particular, me impresionaron.
Su muerte era reciente,
pues yacían sobre un pequeño charco de sangre fresca.
Me dije: "Hace unos minutos vivían, ahora ya no."
La vida se ha. ido de ellas. Pero, ¿dónde se ha ido la vida?
Imaginé la vida como algo exterior a los seres,
algo que los preexiste, pero que necesita de ellos para manifestarse.
En otros términos, que los seres -y el hombre, naturalmente-
son simples receptáculos de la vida, que los utiliza como continentes.
La vida está en los seres, pero los seres no son la vida.

188
Las palabras que callamos
eran las que deberíamos haber pronunciado.
Los gestos que guardamos por pudor
eran los que deberíamos haber cumplido.
Los actos que nos parecieron triviales
eran los que se esperaba de nosotros.
Otros los hicieron en nuestro lugar.
Paguemos ahora las consecuencias.

199
Nunca he podido comprender el mundo
y me iré de él llevándome una imagen confusa.
Otros pudieron o creyeron armar el rompecabezas de la realidad
y lograron distinguir la figura escondida,
pero yo viví entreverado con las piezas dispersas,
sin saber dónde colocarlas.
Así, vivir habrá sido para mí enfrentarme a un juego
cuyas reglas se me escaparon y en consecuencia
no haber encontrado la solución del acertijo.
Por ello, lo que he escrito ha sido una tentativa
para ordenar la vida y explicármela,
tentativa vana que culminó en la elaboración de un inventario de enigmas.
La culpa la tiene quizás la naturaleza de mi inteligencia,
que es una inteligencia disociadora, ducha en plantearse problemas,
pero incapaz de resolverlos.
Si alguna certeza adquirí fue que no existen certezas.
Lo que es una buena definición del escepticismo.


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Como Nosotros (LP: Mundo - 2002)





Tiempo Llévame de vuelta a los días
cuando corria con mi perro, a la tienda del Chino,
A comprar diez centavos de pan y cinco de queso blanco!
Devuélveme las tardes cuando la mano de mi abuela
me llevaba hasta el final de la Calle 13 Oeste, en Santa Ana,
a ver el Mar del Sur!
Regresame a las noches
cuando el aroma a jasmin Sembrado en latas se
derramaba desde los balcones por todas las calles de San Felipe!

Cuando era niño mi barrio era un continente,
Y cada calle era un camino a la aventura.
En cada esquina una memoria inolvidable,
En cada cuarto una esperanza ya madura.
En nuestros viajes de ida y vuelta a los luceros
Fuimos piratas, saltimbanquis y vaqueros.
Nuestra pobreza nunca conquisto al dinero,
Pero en las casas nunca se rindio el "Yo puedo"!
Me iba a la cama con la fe del que ganó.
Me despertaba con la paz del que aprendió
Que lo importante en esta vida es el tratar.
Que lo que cuesta es lo que no voy a olvidar!
Crecí luchando, como los otros,
Los que crecieron como yo, de humilde cuna,
con su fortuna hecha de sueños como yo, como yo.

Mi adolescencia no fue fácil de llevar
Como tratar de atar un zapato al caminar.
Nuestra inocencia retrocede al comprender que,
En la vida real, la injusticia puede golear a la verdad.
Muere familia, se nos va el primer amor,
Se confunde lo que una vez se afirmó,
Una mudanza deja al viejo barrio atrás,
Crece el bigote y la responsabilidad.
Trabajaba y pensaba si otros como yo,
Siendo tan jovenes sentian mi soledad,
Si aun compartian nuestras almas la ilusión
de que el muchacho siempre triunfará al final.
Me preguntaba si aun habrían otros,
Como nosotros, como yo,
Aun resistiendo, aun sin rendirse,
Aun recordando, como yo.

Y en la curva de los años me encontré
Con los muchachos con los que solia jugar,
Con los que senderos de estrellas caminé,
Cuando el horizonte era un atajo sobre el mar.
Y recobramos las memorias con café,
Y nos tratamos aun de tú, y no de usted,
Y reafirmamos la lección que el tiempo da
Que cuando hay vida siempre hay posibilidad!
La lucha sigue, y sobrevive como nosotros, como yo,
Y en otros barrios hay otros niños como nosotros, como yo.

Coro: Como nosotros!

... Ruben Blades


Músicos
• Editus Ensemble:
• Ricardo Ramírez: violín
• Edín Solís: guitarra acústica
• Carlos Vargas “Tapado”: percusión
• Walter Flores: piano, teclados
• Lalo Rojas: saxo soprano, flauta irlandesa
• Marco Linares: guitarra eléctrica, coros
• Marcos Navarro: bajo eléctrico
• Ramses Araya: percusión
• Carlomagno Araya: batería
• Alfredo Poveda: trombón
• Andrés León: trombón

Músicos Invitados:
• Boca Livre: Mauricio Maestro, Lourenço Baeta, Fernando Gama, Claudio Nucci
• De Boca en Boca: Marcela Benedetti, Soledad Escudero, Viviana Pozebón, Alejandra Tortosa
• Luba Mason: voz
• Medoro Madera: voz
• Eric Rigler: gaitas, flauta irlandesa
• Nelson González: tres
• Marc Quiñones: percusión
• Bobby Allende: percusión
• Stanley Corrales: trompeta
• Luis Velázquez: didgeridoo

Orquesta de Cuerdas
Primeros Violines: Gerardo Ramírez, Ricardo Ramírez, Mercedes Rodríguez, Erasmo Soler
Segundos Violines: Guido Calvo, Patricia González, Eva Liebhaber, Sharon De Kock
Violas: Randall Rodríguez, Lorena Alfaro, Marcela Chavarría
Cellos: Alvaro González, Sonia Barth, Gabriela Alfaro
Contrabajo: Alejandra Solís
Programación Midi y Edición de Audio
Walter Flores en todos los temas, excepto “Danny Boy”, Walter Flores y Lalo Rojas

Grabación:
Audio Arte, San José, Costa Rica (febrero/noviembre, 2001)
Estudio FM, San José, Costa Rica (febrero/noviembre, 2001)
Estudio Verde, Río de Janeiro, Brasil (mayo, 2001)
Ingenieros de Grabación: Oscar Marín, Walter Flores
Asistentes de Grabación Orquesta de Cuerdas: Memo Gómez, Daniel Brenes
Ingenieros de Grabación Estudio Verde, Río de Janeiro: Oscar Marín, Daniela Pastore
Mezcla: Oscar Marín, Walter Flores, Edín Solís
Masterización: Vlado Meller, Sony Studios, NY
Asistente de Masterización: Steve Kadison
Dirección y Producción en Grabación: Walter Flores, Edín Solís, Rubén Blades
Producción Ejecutiva: Edín Solis, Daniel Aisemberg, Rubén Blades
Diseño Gráfico: Orosmán de la Guardia
Fotografías: Gustavo Araujo
Fotografías en Estudio de Grabación: Edín Solís, Carlos Vargas Read More!